martes, 5 de abril de 2011

Too much relleno


Una de las cosas que menos me gusta de los viajes es el hecho de que, aunque me proponga lo contrario, siempre acabo alterando mi horario de comidas, hasta tal punto que hoy, a las 2.30 p.m., estaba en The Hungarian Pastry Shop, tomando un café gigantesco y unas galletitas shapeadas, unas en forma de hoja o filomorfas, otras antropomorfas, otras ovomorfas, en vez de estar comiendo un bocata de jamón. Y no es algo poco habitual aquí, la cafetería estaba llena de estudiantes y otros personajes, todos a un MacBook pegados, zampando bollos y galletitas pluriformes. Dado que mi inglés no es de nivel avanzado, no llego a entendser con detalle de qué hablan estos personajes urbanos. Si a eso sumamos mis costumbres provincianas, resulta que me parece que todos cuentan a sus interlocutores cosas interesantísimas, que hablan de poesía underground o de derechos humanos. Su pose contribuye a ello. La mayoría son lo que mi tía de Sevilla llamaría un "notas", con sus cabelleras revueltas, su aspecto cuidadamente desgarbado y un ligero toque freak. Debe de ser muy duro ser un estudiante de NY...

Tras el café en la Pastry Shop, una breve visita al Metropolitan, donde predomina la pose-turista, y, de nuevo a deshoras, una comida-merienda-cena en un bar de bagels, bocadillo-rosca de relleno diverso que me gusta mucho, pero que, en mi opinión, suele estar excesivamente relleno, y eso que yo, a diferencia de mi hermana, gusto del bocadillo con chicha y abomino del bocadillo soso que posee tan sólo una triste loncha de salchicón.

Hora de dormir! Mañana hay que levantarse prontito y plantarse en Lexington Avenue con coronita incluida y levantar la mano para que pare un taxi. Eso sí que es nuevo para mí.

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