viernes, 22 de abril de 2011

Las Vegas

Como ya anuncié en la entrada anterior, nuestro paso por Las Vegas no hizo saltar la banca. Pese a que toda la ciudad está organizada de forma que pases constantemente por delante de mesas de poker, máquinas tragaperras y zonas de apuestas deportivas, no nos fue difícil resistir la tentación (fundamentalmente porque no nos tentaba en absoluto) de jugarnos los cuartos que aún nos quedan. El dólar que metimos en una máquina fue devorado por ésta y ni siquiera nos enteramos de si jugamos a algo o no.





Hemos pasado dos días en este lugar laberíntico, en el que no se puede cruzar la calle por un paso de peatones, como en el resto del mundo, porque no hay posibilidad de acceder a la calzada, sino que se debe entrar en un casino, recorrer varias de sus salas de juego y después alcanzar, si hay suerte y no se desnorta uno, una pasarela que permitirá llegar al otro lado de la calle, previo paso por el casino de enfrente, con lo cual cruzar la calle puede llevar perfectamente 20 minutos. La desesperación puede surgir al cabo de una hora, cuando se hace claro que apenas se ha avanzado un corto tramo. Así no podíamos continuar, así que, tras el hastío del primer día, el segundo aprendimos la lección y nos limitamos a pasear por el centro comercial y, después de la siesta, recorrer el hotel, que se comunicaba con los tres o cuatro que tenía alrededor. Hubo momentos en que creímos estar perdidos, pero finalmente encontramos un pub pseudo-irlandés donde cenamos un fish&chips tamaño gigante y nos fuimos más contentos a dormir. Lo importante es integrarse en el espíritu del lugar y ayer casi lo conseguimos. Sólo nos faltó calzarnos unas chanclas y pasar de mesa en mesa jugando a las cartas y bebiendo brebajes de colores alucinantes en vasos enormes de plástico. Mañana hablaré de nuestra vuelta al mundo real, ahora tengo mucho sueño, señores.

G dixit:
Las Vegas (ese sitio mezcla de las calles de Blade Runner con las de Terra Mítica) está poblado por personajes nada glamurosos, nada que ver con el estilismo de New York. El elemento más curioso es el repartidor de papelicos de publicidad de servicios de sexo, la peculiaridad de esta horda de repartidores con estética de latin king , es la forma que tienen de agitar el folleto ante tus morros, con la que consiguen hacer un ruido horrible, parecido al de la vuvuzela, a la vez que casi, con un movimiento intencionado,  te lo meten por la boca.

1 comentario:

  1. Qué enganchada me tenéis! Daniela demandando a gritos su comidad y la mama dale que te pego al blog. Un besazo.
    Susana

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